Enséñele a perder, pero también enséñele a saber gozar de la victoria; apártelo de la envidia y dele a conocer la alegría profunda de la sonrisa silenciosa.
Hágalo maravillarse con los libros, pero déjelo perderse con los pájaros en el cielo, las flores en el campo, los montes y los valles.
En los juegos con los amigos, explíquele que la derrota honrosa vale más que la victoria vergonzosa, enséñele a creer en sí mismo, igual solo que contra todos.

Enséñele a reír cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.

Trátelo bien, pero no lo mime, pues solo la prueba del fuego hace el verdadero acero; déjelo tener el coraje de ser impaciente y la paciencia de ser corajudo.
Transmítale una fe sublime en el creador y fe en él mismo, pues solo así podrá tener fe en los hombres.
Yo sé que estoy pidiendo mucho, pero vea lo que pueda hacer, querido profesor.
Abraham Lincoln, 1830.